Hoy estoy muy contento. Voy a darle una sorpresa a
Erika. Nos vamos de viaje a nueva York, ¡en el viaje inaugural del
Titanic, nada menos! No puedo evitar sonreir. Me ha costado muchos
esfuerzos ahorrar para este viaje pero vale la pena solo por ver la
carita que pone. Estoy tan enfrascado en mis pensamientos que casi me
atropella un carro de caballos.
- ¡Mira por dónde vas!
Me quedo con cara de tonto viendo como el carro se
aleja. Debo tener más cuidado o le acabaré dando la sorpresa desde
el hospital. Voy de camino a la casa de Erika pero decido detenerme
antes en la tienda de un amigo, importador de productos americanos.
Sabiendo lo mucho que le gustan los dulces a esta chica seguro que me
lo agradece.
- ¡Hey, Benjamin! Buenos días
- ¿Qué tal, Francis? Pareces muy contento esta
mañana
Rapidamente le pongo al corriente.
- Ah... así que un viaje a América. Los dos
solitos. Pone una mirada socarrona. Picarón...
- ¡Oye, tampoco te hagas ideas raras! Solo somos
buenos amigos
- Sí, claro. Benjamin entrecierra los ojos dejando
claro que no se lo traga. Ya me gustaría a mí tener amigas así.
Debo de haberme puesto rojo como un tomate porque da
unas pequeñas risitas antes de cambiar de tema.
- Bueno, entonces, ¿qué te pongo? ¿una caja de
wafers?
Pone cara de haber recordado algo.
- Ah, espera un momento.
Se interna por un momento dentro de la tienda
dejándome con la duda y reaparece varios segundos más tarde con una
caja.
- Son unas galletas nuevas. Me han llegado hace
apenas dos meses. Se llaman oreos. Las he probado, están bastante
buenas.
Me fijo en la caja. Al parecer están hechas por dos
capas de chocolate negro del fuerte y una capa interior de crema de
vainilla. Las galletas en sí mismas tienen un aspecto un poco raro.
Son irregulares, como si tuvieran bultos. Cuando se lo hago ver me
mira con cara divertida.
- Nada es perfecto en esta vida, muchacho. Ahora que
lo dices se parecen un poco a las galletas Hydrox que empecé a
comercializar hará unos tres o cuatro años.
- ¿Las hacen con hidrógeno? Porque vaya nombre
para unas galletas
Benjamin se pasa la mano por la barbilla, pensativo.
- Pues no lo sé, pero no me extrañaría nada. Si
me lo preguntas prefiero estas que te he sacado, las otras tienen un
sabor un poco más fuerte.
Decido comprar dos paquetes. Me comeré algunas de
camino. Parecen estar buenas. Seguro que a Erika le gustan. Además
se me hace curioso lo de galletas en plan sandwich.
- Marchando dos de galletas para el caballero.
Su casa no queda muy lejos de aquí. Tan solo tengo
que cruzar un par de calles evitando interponerme entre los coches y
los carros. En cosa de media hora, tal vez un poco más, llego a la
imponente mansión. Erika me recibe con su habitual y forzada
expresión de impasibilidad.
- Toma, las he comprado de camino.
- ¿Esta es la gran sorpresa de la que hablabas por
teléfono? Erika me atraviesa con la mirada como si tuviera cuchillos
en los ojos.
- No, por dios. Tengo que hacer esfuerzos por no
reirme, lo que la pondría aún de peor humor. La sorpresa es que
¡nos vamos de vaciones a Nueva York! ¡¡Con una estancia de segunda
clase en el Titanic!! Hago aspavientos al decir esto. No es para
menos.
A Erika se le esfuma la cara de palo y se le planta
una sonrisa de oreja a oreja que no le había visto nunca. Ni
siquiera al resolver alguno de sus casos más difíciles. La chica da
un salto en el aire de la emoción levantado los brazos. Parece una
niña pequeña al encontrar la casita de chocolate. Se da cuenta de
que la estoy mirando fijamente y trata de recobrar la compostura.
Carraspea intentando poner su cara sin emociones, sin lograr gran
cosa, y se dirige a mí.
- Está muy bien pero oye, ¿De dónde has sacado el
dinero? No te habrás quedado con alguna de las joyas de la duquesa.
Ya sabes, aquella que vino a pedirme ayuda hace unas tres semanas.
- Claro que no. Simplemente me han pagado muy bien
ultimamente por mis relatos y creí que debiamos aprovechar y darnos
un capricho por una vez.
- Bueno, entonces debemos empezar a preparar nuestro
equipaje.
- Espera, quieta. Casi me rio a carcajadas. Se le
nota la impaciencia mucho más de lo que quiere denotar. No zarpamos
hasta el 10 de abril.
- Doce días quedan, entonces. Bueno creo que
tenemos tiempo suficiente de comer algo antes de que me ayudes a
meter mis vestidos en las maletas. ¿De qué decías que eran esas
galletas?
Ambos sonreímos muy contentos. Unas vacaciones son
precisamente los que nos hace falta. Nada de casos de asesinato ni
robos ni nada eso, y quien sabe, a lo mejor hasta me sirve de
inspiración para escribir un nuevo relato.