el otro día salí muy temprano de mi casa para ver la salida del sol y casi me despeño. gracias a que me agarré al pomo de la puerta no me pasó nada. un par de metros más allá había un extraño señor de larga barba que arrastraba dos carritos, uno lleno de adoquines y el otro de colillas de cigarro, chicles masticados, etc. el hombre parecía flotar en el aire y al verme murmuró:
- estos madrugadores...
me quedé sin palabras viéndolo colocar los adoquines con gran precisión y luego espolvorear sobre ellos el contenido del otro carrito. cuando me atreví a preguntarle porqué ensuciaba los adoquines gruñó primero y luego dijo:
- la gente sospecharía si vieran los aoquines limpios todos los días.
Y a continuación añadió:
- y no me haga perder más tiempo, jovencito.
Dicho esto se alejó con bastante rápidez. al mirar hacia el cielo me encontré con que había amanecido, me había perdido la salida del sol, pero había visto algo mucho más interesante.
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