miércoles, 18 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 18 de abril



Es por la mañana cuando el Carpathia alcanza el puerto. Deben ser las ocho, tal vez un poco más tarde. Han sido dos días raros. Ninguno de los hombres que conocimos en el barco ha sobrevivido. A algunas de las mujeres sí las hemos visto pero hemos creído que es mejor no molestarlas. A decir verdad estos dos días me ha sido difícil conciliar el sueño. En una ocasión tuve una pesadilla protagonizada por un iceberg con dientes, fue horrible. Sin embargo esta noche he dormido un poco más. Me consta que a la mayoría de los pasajeros también les pasa algo parecido. Algunos directamente no han pegado ojo. No es el caso de Erika. Desde el primer día ha dormido que es un primor. No es que me queje. Supongo que el susto se me irá pasando con los días.

- Tranquilo, en cuanto nos metamos en algún otro lío te olvidarás de este. Me asegura Erika.

- Mas muertes no, por favor.

- ¿Y qué tal un caso de falsificaciones?

En realidad me da igual siempre y cuando no tengamos que llevar a prisión a un trozo de hielo.

- Tranquilo. La próxima vez llevaré encima un soldador.

Me rio. Eso es bueno. Parece que estamos recobrando el buen humor. Sin embargo no bromeamos mas por respeto al resto de pasajeros y a las víctimas. En apenas una hora hemos llegado a tierra. Cuando salimos una manada de periodistas que nos esperaban nos asaltan. Lo que faltaba. Parecen muy interesados en la opinión que de los hechos tienen los supervivientes. Estos días no se habla de otra cosas más que del hundimiento del transatlántico insumergible. Según me comenta mi acompañante lo más seguro es que haya un juicio para determinar las causas, se llame a testigos y se le esté dando bomba a este asunto durante meses. Si J. Bruce acabará en prisión eso es otro asunto. Intentamos escabullirnos y cuando uno de ellos repara en Erika y le pregunta su opinión ella se limita a enseñarle en todo su esplendor el dedo central de la mano. Si hay algo que nos preocupa en este momomento son nuestras familias no dedicar unas palabras a los lectores del "New York Times". Buscamos a toda prisa el hotel donde dijimos que nos hospedaríamos. El recepcionista nos recibe con los brazos abiertos. Las noticias parece que vuelan. Se ha enterado de que ibamos en el barco siniestrado, al igual que otros clientes que no han tenido tanta suerte. Menos mal que allí tienen un par de teléfonos. Han estado sonando desde hace dos horas. Nuestras familias se nos han adelantado y se han llevado un susto cuando les han dicho que no estabamos. Al parecer mi madre lleva en un sinvivir desde que se enteró de todo esto y mi abuela, a la que siempre le han dado miedo los barcos, casi se desmaya.

- Mamá tranquila... sí, estoy bien. No, no, tengo los dos brazos. Que sí, que no me ha pasado nada. Erika también está bien. De su parte que cuando volvamos le prepares ese pastel tuyo de melocotón y galletas. Sí, vale... con ella también quiero hablar. Hola, Juani. Sí, ya le he dicho a mami que estoy bien. Sí, de verdad. No, he llegado a piezas como un puzzle y mi cabeza está hablando sola. Juani... ¡Juani! ¡¡Que es coña!!

Tras un par de minutos de charla tensa que se va calmando le toca el turno a Erika. Sus padres, tan despreocupados ellos, parece que también se han llevado un susto. La noticia les pilló por sorpresa cuando se encontraban de viaje en el extranjero y han estado a punto de venir a buscarnos personalmente. Erika no tarda mucho con ellos. Les da varias explicaciones cortas y luego cuelga. Nunca le ha gustado entrar en detalles. También llamamos a Wilfred y a Benjamin, así como a otros amigos y conocidos que querían saber de nuestra suerte.

- Sí que conocen ustedes a gente. Se maravilla el recepcionista.

- Y eso que no nos han llamado nuestros clientes. Comenta Erika 

Tras todas estas llamadas damos un largo suspiro. Ha sido agotador contar lo mismo tantas veces, pero también gratificante por quitarles a todos un peso tan grande de encima. Cuando creemos que todo ha terminado, casi inmediatamente vuelve a sonar por sí solo. Cuando lo cogemos nos llevamos una sorpresa. Henry, el inspector de policía también ha estado preocupado.

- Claro que no. Refunfuña. Que os pase algo me da igual. Pero ¿Que voy a hacer sin mis competidores? ¿De quién me reiría? Además sería muy ridículo que después de tantos peligros os matara un simple cubito de hielo para whisky.

Nunca hubiéramos imaginado que este tipo nos echara en falta.

- ¡No he dicho eso! Gruñe. Pero supongo que me alegro un poco de que estéis bien. Pero solo un poco.Apunta

Ahora sí que hemos terminado. Bueno, no tenemos equipaje que llevar pero la habitación está dispuesta. Entramos para verla y nos parece cómoda. Nos sentamos en una de las camas.

- Bueno, ¿Qué hacemos ahora? Pregunto confundido. Después de todo el viaje se ha salido tan de madre qu ya ni me acuerdo de lo que tenía planeado.

- ¿Ahora? Pues está claro ¿no? Me has prometido unas vacaciones y unas vacaciones voy a tener.Tienes que cumplir tu promesa, "alegría y diversión", si no me cabrearé ¿Entendido?

Más claro el agua. Sonrío. Hace falta más que un barco para ahogar a Erika. Me levanto de la cama y salimos de nuevo en busca de aventuras, unas que no nos pongan en peligro mortal, espero. 

domingo, 15 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 15 de abril



La situación toma un cariz cada vez más espeluznante por momentos. Al principio la gente en el barco parece tranquila pero con los minutos el nerviosismo comienza a imperar. Es noche cerrada y nos cuesta ver lo que sucede pero si el pánico no está cundiendo ya en breves momentos lo hará.
De pronto recuerdo la historia que estaba escribiendo. Se que es muy egoísta por mi parte pero es lo primero que me pasa por la mente.

- ¡Mi relato!

- ¡Ya escribirás otro!

No insisto porque tiene razón. Cuando estemos seguros volveré a empezar. La sorpresa tendrá que posponerse. Varios botes empiezan a ser izados. Los primeros pasajeros están a punto de ser evacuados. Todavía la gente que hay en cubierta es poca pero con los segundos la cantidad va aumentando. Uno de los primeros botes desciende hasta el agua. Tal y como había dicho Erika parece haber espacio para más gente. Hay unas 28 de 65, me confirma ella. La gente intenta subirse desesperadamente al segundo bote. Se escucha un disparo y luego varios más. Los tripulantes deben estar intentado alejar a los pasajeros para que no tiren el bote en su afán por meterse en él. El nivel del mar ha subido un poco con respecto a él. Un cohete es disparado a gran velocidad como aviso para los barcos que puedan estar cerca y explota en el aire en estrellas blancas. Por un instante me parece avistar un barco en la lejanía pero desaparece rápidamente.

- Podríamos ir a mirar. Tal vez no han visto nada y han pasado de largo.

- No serviría de nada. Es más rápido que nosotros. Lo único que conseguiríamos al perseguirlo es perder de vista el Titanic. Para cuando volviéramos ya estaría hundido. Tenemos que quedarnos aquí para cuando llegue el barco de rescate. Además recuerda que tenemos que subir en la barca a los que se lancen al mar cuando ya no queden. Ayudamos mucho más así que de otra forma.

Supongo que tiene razón. Con el paso de los minutos siguen bajando barcas con menos gente de la que podrían llevar. Juraría que escucho música pero seguramente esta dantesca visión me ha afectado más de lo que pienso y mi mente está intentando escapar de alguna forma imaginando cosas.

- Seguramente Wallace y su banda está tocando en un intento de calmar los ánimos. Si lo escuchas es porque el agua es un buen transmisor del sonido.

Así parece ser porque con el paso de los minutos las melodías empiezan a escucharse mas altas.

- Deben de haber salido a cubierta con el resto de pasajeros para que se les escuche mejor. Hace mucho frío. Si hubiera sabido que pasaría esto me habría puesto por la mañana ropa de abrigo. Al notar que Erika está temblando le pongo encima mi chaqueta.

- No es necesario.

Intenta resistirse pero al final acepta. No obstante, sin dejar de cogerme la mano, se acerca.

- Solo para que no te congeles por mi culpa ¿eh?

El agua ya ha alcanzado el nombre "Titanic" proa mientras termina de bajar la séptima barca. No habrán pasado 15 minutos pero por lo que puedo ver la cubierta comienza a inclinarse más. El pánico parece que termina de estallar y los empleados del barco hacen verdaderos esfuerzos para que los pasajeros no se lancen sobre las barcas. Desde donde estamos, aún lejos, podemos escuchar los gritos de desesperación. Es realmente horrible. En tan solo diez minutos prácticamente todas las barcas de proa han bajado y se encuentran en el agua. Sin embargo dudo que nos hayan visto. Entre el caos reinante y que estamos considerablemente lejos resultaría difícil. En cuanto a los pasajeros que continúan a bordo la mayoría de la gente parece que huye en dirección hacia popa, donde todavía hay botes. Baja la última barca de estribor mientras la cubierta delantera se inunda. Muchos se mueven de un lado a otro del barco, evitando las zonas que se están inundando. Quieren alcanzar algún bote pero cada vez hay menos posibilidades.

- Deberíamos acercarnos. Sugiero

- Aún no. Me corta Erika. Aunque te suene dura se nos tiraría la gente y nos hundiríamos.

Estoy a punto de contestar pero entonces escuchamos algo. Es "más cerca, Dios mío, de tí". Es en ese momento que se me termina de caer el alma a los pies. Tanto Erika como yo nos quedamos en silencio mientras escuchamos la canción. ¿Que podría decirse en un momento como este, de todas formas? El agua comienza a llenar la cubierta A mientras la inclinación se acentúa. Me parece distinguir las figuras de algunas personas que, considerando inútil tratar de conseguir un bote, se preparan para saltar en cuanto el barco se sumerja. Si el agua no estuviera tan fría tal vez fuera buena idea. Medito unos momentos sobre esto. Es cierto que Erika y yo hemos estado presentes en casos de asesinatos pero este es uno multitudinario y los criminales un barco mal diseñado y un trozo de hielo. Ya no baja ningún bote más. Deben haberse acabado. Los últimos parecía más llenos . En el barco se hace el silencio, producto del terror de los pasajeros que no han logrado descender en un uno. La popa ha subido muchos metros mientras la proa se hunde sin remedio. Aún así algunos intentan llegar hasta ella. Los que han estado esperando el momento oportuno saltan, al no saber cuanto tiempo más se mantendra el barco a flote. No he terminado de horrorizarme por eso cuando se escucha un gran estruendo. Todos los objetos del interior deben haber chocado contra la parte de proa, pienso. Incluídas nuestras pertenencias. Erika y yo abrimos los ojos como platos al ver por un momento un sarcófago en cubierta. Casi parece que esté presidiendo la catástrofe. Las luces parpadean por un momento y luego se apagan. La única luz que queda iluminando el panorama es el de las estrellas, testigos, como nosotros del desastre que está sucediendo.

- Rema, Erika, recojamos a todos los que podamos.

- Espera un momento. No sabemos exactamente qué sucederá cuando el barco se sumerja. Puede haber una explosión o formarse un remolino que nos succione si nos acercamos demasiado. Mas nos vale estar lejos en ese momento por precaución.

En ese momento vemos cómo el casco se rompe entre la tercera y la cuarta chimenea por el sobrepeso en popa. Ya está, pienso, es el final. Nuestras manos se aprietan fuertemente. El Titanic se ha dividido en dos partes y solo unas pequeñas sujeciones las mantienen unidas. El barco adopta una posición perpendicular y así se queda por un par de minutos. Un grito conjunto rasga el aire mientras el Titanic se desliza hacia el fondo. El grito aumenta en intensidad pero no dura más de un par de segundos. De pronto el barco ha desparecido, junto con los gritos y las vidas de muchas personas. Desde el agua se escuchan voces pidiendo auxilio.

- ¿Cuantas de las personas que hemos conocido crees que se han salvado?

- Probablemente no muchas. Contesta Erika con la vista fija en el fondo del bote. Tal vez no quiere que la vea llorar.
Esperamos unos instantes la explosión que Erika cree que puede producirse, pese a no haber torbellino. Al no producirse cogemos los remos y empezamos a movernos en dirección a los gritos de ayuda. Llegamos hasta alguien que parece estar perdiendo las fuerzas para nadar. Rapidamente los recogemos y lo metemos con nosotros. Intenta darnos las gracias pero no puede. Erika se quita la chaqueta y se la pone mientras me da una mirada interrogativa. Yo asiento. No me importa en absoluto. Seguimos remando y ayudamos a subir a varias personas más. La mayoría son hombres.

- Deben haber seguido entonces las ley del mar.

Algunos estan despiertos y hablan con nosotros o nos abrazan dándonos las gracias entre lágrimas otros no se mueven en absoluto y los zarandeamos para que no se duerman. Un caballero de mediana edad saca una petaca de Whiskey y da de beber a los que están perdiendo el conocimiento. Hay uno que se sube a toda prisa a nuestra barca al darse cuenta de nuestra presencia. No queda mucho espacio pero queremos salvar a todos los que podamos. No somos nadie para decidir quién vive y quién muere. Cuando llevamos un rato sin encontrar a nadie alguien ve un cuerpo. Entre todos hacemos avanzar nuestro vehículo hasta él. Aunque casi se nos han agotado las fuerzas logramos subirlo. Parece muy pálido y no se mueve en absoluto. Erika le toma el pulso muy preocupada. Luego da una patada en el suelo, furiosa.

- ¡Hemos llegado tarde, joder!

Uno de los que hemos recogido hace un intento de tirar el cuerpo al mar pero Erika lo detiene con rudeza.

- ¡Hay que darle supultura! ¡la familia querrá verlo!

Todo el mundo se queda en silencio. Nosotros también. Hace un buen rato que no se escuchan gritos de auxilio. Solo nos queda esperar. Algo más de una hora después vemos unos cohetes surcando el aire.

- Es un barco ¡es un barco! Grita emocionada la única mujer, aparte de Erika, en nuestro bote.

Nos acercamos a él para que nos vea. Al hacerlo distinguimos mejor su forma.

- Es el Carpathia. Comenta Erika

Gente del barco comienza a subir a los supervivientes. En media hora comienzan a ayudarnos a nosotros. No hay nada de qué quejarse, al fin y al cabo somos de los primeros. Una vez estamos dentro del Carpathia nos sentimos totalmente a salvo. Algunos besan el suelo, otros rezan porque no haya mas icebergs en nuestra trayectoria y otros, libres ya del shock comienzan a llorar o lamentarse. Los miembros de la tripulación, conmovidos hondamente por la desgracia, nos colman de atenciones. Tratan de dar consuelo a los que se muestran más afligidos o a los que han perdido seres queridos. A los que han perdido las fuerzas o se han desmayado los atienden los médicos con carácter urgente. Se producen escenas emotivas. Familias que habían sido separadas en diferentes botes se reencuentran con el paso de los minutos mientras otros esperan que en el siguiente venga algún familiar. Hay una mezcla de emociones encontradas en el Carpathia. En medio del alboroto Erika y yo respiramos más tranquilos. La pesadilla, al menos para nostros, ha terminado. Entre la gente reconocemos a Molly Brown. Esperamos que más conocidos se hayan salvado pero no estamos en condiciones de ponernos a buscar. No tenemos idea de cuantas personas han muerto, de lo que estamos seguros es de que hemos agotado nuestras energías. Parece que en el Carpathia viajaban algunas personalidades, que a su manera intentan ayudar, el pintor Colin Campbell Cooper, el periodista Lewis, P. Skidmore, el fotógrafo Francis H. Blackmarr y Charles H. Marshall. Sería interesante hablar con alguno de ellos pero en serio que no puedo más. Han sido demasiadas emociones en muy poco tiempo. Erika y yo nos desplomamos en el suelo. Me parece que han pasado solo unos segundos cuando alguien me zarandea. Un miembro de la tripulación me despierta. Al parecer estabamos tan agotados que nos durmimos. Al principio estaban preocupados por nosotros pero enseguida se dieron cuenta de que solo era cansancio. Ahora son más de las ocho y hace un rato que han terminado las labores de rescate, así como la búsqueda cuerpos. Erika es despertada después de mí. Pasan solo un par de minutos hasta que el capitán, Arthur Rostron, nos llama a todos para que salgamos a la cubierta. Desde allí podemos ver mejor el iceberg. Es realmente enorme, escucho a alguno decir que como una casa de dos pisos. De ancho es el doble. Alguien se percata de una terrible chimenea de hielo. Todo el mundo se da cuenta de la raya roja de pintura, que no deja lugar a dudas sobre su identidad como "el iceberg asesino", como lo llama alguien. Aunque el Carpathia de dirigía a Rijeka han variado el rumbo para llevarnos hasta Nueva York. De hecho han acordado no llevar a los supervivientes inmigrantes a la isla de Ellis para pasar por los trámites necesarios. Todos hemos soportado ya suficiente. Estoy un poco preocupado por nuestras familias. Deben de estar muy asustados. A estas alturas el accidente habrá salido en primera plana en el "Daily Mirror".

- Bueno, lo peor ha pasado. Me responde Erika dando un gran suspiro. En cuanto lleguemos nos comunicaremos con ellos.

Vuelve a darme la mano. Voy a decir algo pero al final me quedo mirando al horizonte, como la mitad de los pasajeros.

sábado, 14 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 14 de abril



Me despierto temprano, como otros días, y me dedico a continuar el relato de la bella detective. Me gusta cómo está quedando. Tal vez haya que pulir algún detalle pero a nivel general es una de las mejores cosas que he escrito. Termino la última linea y admiro mi relato. Luego admiro a Erika, dormida todavía, con una sonrisa inocente y acurrucada entre las sábanas de su cama. Me pongo un poco colorado, aunque no se bien porqué. Cuando empieza a parpadear guardo las páginas en un lugar que no pueda ver y espero a que termine de desperezarse. Una vez estamos bien despiertos nos vestimos y vamos a desayunar. La comida es frugal. Tras esto damos nuestra paseo matutino sobre cubierta. Lo primero que notamos al salir al exterior es que hace mucho frío. Tanto que no tardamos en ponernos a temblar.

- Brrr... como ha cambiado el tiempo. Se queja Erika

En el mar vemos, como ayer, formaciones de hielo, aunque en esta ocasión son un poco más grandes.

- Estos bancos de hielo no me hacen gracia.

- Sí, probablemente es por ellos que hace tanto frío.

- No lo digo por eso. Mucho hielo supone un problema para el barco.

Abro un poco los ojos.

- ¿Qué quieres decir? ¿Que le puede pasar algo malo? No seas catastofista. El hielo en esta zona es común en esta época del año. Seguro que lo tienen previsto.

- Seguro. Erika no parece segura de ello precisamente. Creo que no lo has notado pero desde ayer la velocidad del barco ha aumentado.

- Dudo mucho que el Titanic se pueda hundir si es eso lo que estás pensando.

- A tí, que te gustan tanto las novelas, te recuerdo que lo mismo decían del Titán en "el hundimiento del Titán".

Creo que Erika está exagerando con sus pesquisas pero si algo tengo claro es que si me dan a elegir entre la versión del constructor del barco y esta chica, a ella es a la que creo. Así que le sugiero ir a hablar con algunos miembros de la White Star.

- Eso es imposible, señorita. Ríe el tipo al que preguntamos. Viaja usted en Titanic, el barco más seguro y cómodo del mundo. Disfrute del viaje y no piense en cosas horribles como esa.

Erika no insiste pero desde luego no se fía de la confianza que muestran todos los empleados.

- Bueno, en el supuesto caso de que ocurriera algo. Trato de tranquilizarla. Estoy seguro de que tienen un plan preparado para emergencias.

- Me parece que no te has dado cuenta de un detalle importante. Me mira a los ojos directamente. No hay barcas suficientes para evacuar a todos los que hay a bordo. Las he contado y la mitad de la gente tendría que quedarse en el barco. Lo más triste del caso es que seguramente han prescindido del resto de barcas para ampliar el espacio del paseo.

No puedo evitar tragar saliva. Espero que esta vez Erika se equivoque pero nunca lo ha hecho así que el ambiente se vuelve inquietante. Volvemos a entrar y nos sentamos en una mesa, dado que afuera hace tanto frío que seguramente pescaríamos una pulmonía. Eso haciendo sol. Prefiero no imaginar la temperatura si estuviera nublado. Intento pasar a otro tema mientras Erika parece sumida en algún pensamiento. De pronto deja de prestarme atención y noto que su vista se dirige a otra parte. Intento preguntarle qué ocurre pero ella me manda a callar y me indica disimuladamente con el dedo un lugar. Parece señalar a un hombre. No veo nada inusual en él. Erika, molesta por mi poca rapidez, se me acerca y me dirige la cabeza. Entonces me doy cuenta de que del bolsillo le sobresale un papel. No lo leo bien porque el hombre está a unas mesas de nostros pero parece una alerta de iceberg. Se lleva una mano hasta allí y mete el papel en el fondo. Da la sensación de que no quiere que nadie se de cuenta. Erika me arrastra fuera de allí.

- Tenemos que hablar con el capitán.

- ¿No deberíamos dirigirnos a ese individuo?

- No a menos que sea estrictamente necesario. Por lo que escuché de su conversación es J. Bruce Ismay, dueño del barco e importante miembro de la White Star Line. De su conversación deduzco que está muy seguro de la insumergibilidad de su barco, asímismo parece muy interesado en aumentar la velocidad con el fin de llegar antes a puerto y lograr mayor rentabilidad. No creo que esté de acuerdo en razonar. A no ser que no quede alternativa no hablaremos con él.

Intentamos llegar hasta el capitán para informarle y advertirle pero miembros de la tripulación nos lo impiden. Las normas no lo permiten.

- Es totalmente imposible. Nos aseguran.

Erika intenta entonces ponerlos sobre aviso. Tal vez nosotros no podamos hablar con el capitán pero ellos sí. Sin embargo no nos creen. Hablan de J. Bruce Ismay como de un hombre respetable incapaz de poner en peligro la seguridad de tanta gente por motivos personales. Insistimos varias veces pero aunque al principio se meustran amables acaban tratándonos como si sufrieramos una paranoia.

- No nos creen. Digo apesadumbrado.

A estas alturas la posibilidad de que el barco sufra un accidente va in crescendo. He pasado en un par de horas de sentirme protegido a como lo haría un insecto sobre un barco de cáscara de nuez.

- No hace falta que comentes obviedades. Gruñe ella indignada de que no la tomen en serio.

Al parecer la única salida que nos queda es hablar directamente con Ismay.

- No sé de qué están hablando. Ismay está actuando y se le nota.

- No se haga el tonto. Erika lo mira con dureza. He visto el papel.

- ¿Podemos hablar en otro lugar?

Parece muy nervioso. No nos queda alternativa así que aceptamos. Nos lleva a un lugar alejado donde no parece haber nadie y continúa.

- No hay ningún peligro. El mar está muy tranquilo. No pasará nada. De verás. El hielo es algo normal en esta zona. Este barco es insumergible. Además llegar antes de lo previsto sorprenderá a los periodistas y generará más ganancias para la compañía.

- Es un error poner en peligro las vidas que están en sus manos solo por dinero. Detesto a la gente como usted. Tal vez la gente de la White Star no nos crea pero seguro que algún pasajero sí. Vamos Franc...

Ismay, que durante la charla ha pasado de estar nervioso a irritado coge a Erika por el cuello del vestido y la levanta por los aires. Me alarmo por lo que pueda suceder y sin dudarlo me lanzo sobre él para la que la suelte de inmediato. No obstante Ismay utiliza la mano que le queda libre para darme un puñetazo que, sinceramente, creo que habría derribado hasta al mismísmo Jack Johnson, actual campeón de boxeo. Por el golpe se me nubla la vista y pierdo el sentido. Todo se funde en negro.

- ¡Francis, despierta!

Doy un salto y miro alrededor. El lugar en el que estoy sentado se balancea. Me encuentro en una barca. Erika está conmigo. Deben haber pasado horas desde que quedé K.O porque el sol se está poniendo. Por lo que la chica ha deducido Ismay nos dejó inconsciente y nos puso en una barca para luego lanzarnos por la borda. Debió de creer que así se libraría de nosotros y no podríamos intervenir en sus planes.

- ¡Ese imbécil!

Erika grita fuera de sí.

- Lo siento.

-¿uh? Se gira hacia mí.

- Siento no haber podido hacer más para protegerte.

Lo siento de verás. Al primer golpe ya me quedé inconsciente. Se me erizan los pelos solo de pensar en que Ismay hubiera llegado a más. No quiero pensar en lo que habríoa pasado si...

- Bueno, lo intentaste. Me mira comprensivamente. Además no es una de las habilidades que considero imprescindible para mi ayudante. Si te sirve de consuelo él también se llevó su parte en la trifulca. Eso le enseñará a tratar a una dama.

Yo no estoy muy seguro de todo eso.

- De hecho no te he dado aún las gracias.

¿Cómo? Esto sí que no me lo esperaba. Sobre todo después de que casi nos hayan asesinado.

- Por todo en general. Por ayudarme con mis casos, Por invitarme a este viaje, por quitarme de encima a ese tipejo el otro día, por romperle las falanges a Ismay con tu cara, lo que demuestra que tienes una cara muy dura...

Erika se ríe. ¿Se ríe? Casi la matan por mi culpa y se ríe. Está chica es impredecible.

- Pero no pienses cosas raras ¿Eh? Mira hacia otro lado mientras juraría que se le pone la cara roja. Solo te lo agradezco como amiga y eso.

Estoy a punto de contestar pero entonces me doy cuenta de algo.

- ¡Un iceberg!

Un imponente iceberg se acerca hacia nosotros. Es tan grande que no puedo creer que no lo hayamos visto. Vale que ya está oscuro pero solo por el frío que despide deberíamos haberlo intuído. Nos hemos metido tanto en esta conversación que hemos olvidado hasta el lugar en que nos encontrábamos.

- ¡Rema! ¡rema! Dice Erika cogiendo a toda velocidad uno de los remos.

Yo también me agarró a uno y empezamos a mover la barca. No es momento para pensar en tonterías pero tal vez sea buena idea que participemos en una carrera de canoas. Por un lado tenemos el Iceberg y por el otro el Titanic así que nos apartamos a tiempo antes de que ambos elementos se toquen. Nos va de un pelo. Seguimos remando un buen rato hasta ponernos en un lugar seguro desde el que podemos verlos a los dos. Respiramos profundamente. Cuando miramos el iceberg contra el que chocamos vemos una larga línea roja marcada en él. Luego llevamos la vista hasta el barco y nos percatamos de la verdadera gravedad del asunto. ¡parte de la coraza del barco se ha rasgado como mantequilla!

- Erika, hay que avisarlos.

Trato de mover un remo pero aún no he recuperado las fuerzas.

- Los vigías ya se habrán dado cuenta.

- Pero tendremos que ayudar de alguna manera ¿no?

- El mejor lugar en que podemos estar es aquí. Si subimos nos será casi imposible coger otra. Además nos interrogarían sobre todo esto y algo me dice que no nos creerían. Piensa en esto, si para evacuar dan prioridad a la clase alta estamos en problemas, en el improbable caso de que vayan primero los de tercera también lo estamos y si se rigen por la ley del mar, niños y mujeres primero yo tendría una posibilidad pero tú no. Ademñas teniendo en cuenta que con el caos que se originará en el barco cuando se sepa que se está hundiendo seguro que las primeras barcas salen casi vacías. Cuando la gente empiece a saltar podremos recoger a algunos. Es lo único que podemos hacer.

No sé qué contestar a eso. Sin embargo nos agarramos instintivamente las manos. Los últimos acontecimientos nos superan.

viernes, 13 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 13 de abril



Como siempre me despierto antes que mi amiga y continuo escribiendo mi relato. Lo escondo convenientemente cuando se despierta. Erika comenta lo bien que ha dormido mientras desayunamos. Luego salimos a dar un paseo por cubierta. Hace más frio que ayer pero supongo que es cosa de la estación y el lugar en que nos encontramos.

- El mar está inusualmente tranquilo. Comenta un poco extrañada

- ¿Eso es malo?

- No, al contrario. Pero es curioso.

Vemos un par de formaciones de hielo flotando en el mar.

- Los camareros podrían aprovechar y subirlos al barco para las bebidas.

- jijiji, podemos preguntar luego. Responde divertida

Nos percatamos en es momento de que hay una chica de nuestra edad asomada a la barandilla. Nos acercamos y nos presentamos.

- Encantada. Mi nombre es Maude Sincock.

Le explicamos que nos hemos embarcado por motivos vacacionales y ella nos dice que el motivo de su viaje es la búsqueda de trabajo.
- La situación está bastante mal en Europa. Me han dicho que América es la tierra de las oportunidades. Tengo varios amigos allí y les va bien así que...

- Sí, bueno. Que nos vas a contar. Le responde Erika. Yo soy detective y ultimamente vienen cada vez menos clientes. Aunque en realidad no puedo decir que me vaya mal. Conozco a gente que lo tiene peor.

Hablamos un rato de la crisis que arrastramos desde 1904 y, como el tiempo pasa volando, nos despedimos para almorzar. Mientras comemos comento con Erika algo que he escuchado.

- ¿Sabes? En el barco va una momia maldita.

- ¿uh?

- Es la momia de Amen-Ra, que murió hace unos 5.000 años. El sarcófago de madera tallado fue enviado por el faraón a una bóveda en Luxor, a orillas del Nilo. A finales de 1890 cuatro tipos ingleses que hacían turismo paseaban por la ciudad y se encontraron con un grupo de mercenarios clandestinos que habían exhumado algunos tesoros. Entre ellos estaba el sarcófago. Un intermediario les ofreció la momia por un buen precio y todos se mostraron interesados. Tras una discusión y para no estropear su amistad acordaron echarlo a suertes. El ganador era uno de los más jovenes. Pagó, hizo los arreglos oportunos y le llevaron de inmediato al hotel su compra. Por la noche varios testigos, trabajadores del hotel y gente que se hospedaba en otras habitaciones lo vieron correr fuera de su habitación mientras gritaba. Corrió fuera del hotel perdiéndose en el desierto y nadie mas volvió a saber de él. El día siguiente otro de los amigos recibió un disparo de rifle accidental por parte de su guía. La herida fue tan grave que tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. El tercero, de regreso a Inglaterra, se encontró con una terrible situación. El banco donde había depositado toda la fortuna familiar había quebrado. En cuanto al cuarto cayó enfermo de una extraña y dolorosa enfermedad. Las medicinas y curas acabaron con sus ahorros y cuando se curó no encontró trabajo, terminando por vender fósforos por las calles. En lo que respecta a la momia, llegó hasta Gran Bretaña, donde fue comprada por un comerciante excéntrico. Su nuevo dueño no tardó en donarla al museo británico después de que tres de sus parientes cercanos sufrieran accidentes de tráfico y su casa se incendiera en extrañas circunstancias para las que los bomberos no encontraron explicación. El curador del museo, muy escéptico, aceptó encantado la reliquia. Cuando el camión que la transportaba aparcó dio inexplicablemente marcha atrás sin intervención humana hiriendo de gravedad a un peatón. Dos ordenanzas que llevaban el sarcófago por las escaleras también sufrieron accidentes. Uno se tropezó y se rompió la pierna derecha y el otro, con tan solo treinta años y en perfecto estado de salud, murió dos días después de un infarto. Una vez colocada en la sala de egiptología se produjeron una y otra vez diferentes accidentes para todo aquel que pasaba por allí. Tanto para visitantes como para trabajadores. Los serenos decían estar aterrados las noches de guardia por los continuos martilleos y sollozos que se escuchaban del interior del ataúd. Con el tiempo el personal se negó a efectuar la limpieza del sarcófago o acercarse a él. En cierta ocasión uno de los peones restregó de forma irreverente el plumero por el rostro de la momia jactándose de su valentía y burlandose de todo lo que les había pasado a los demás. No pasó una semana antes de que su hijo muriera de sarampión. Una semana después de esto las autoridades del museo recibieron a una delegación de limpiadores y guardianes del museo que exigían que la momia fuera trasladada al sótano más profundo, lejos de todo el mundo. La petición fue rapidamente aceptada y se llevó hasta allí bajo la supervisión del jefe de maestranza. Tres días después uno de los desgraciados peones que había intervenido en la operación cayó seriamente enfermo y lo encontraron muerto en su despacho. No se si todo esto lo sabías pero para este momento la momia ya había llamado la atención de los periódicos. Un reportero se aventuró a tomar una fotografía y cuando la reveló descubrió con horror que el rostro de la princesa, tallado en la tapa del sarcófago, se había transformado en su imagen en una mueca monstruosa. El pobre fotógrafo, presa de una crisis nerviosa, lo comentó con sus compañeros, les enseñó la foto y luego huyó despavorido a su casa, en donde se suicidó pegándose un tiro en el corazón. Esto fue la gota que colmó el vaso para el director del museo, que visiblemente aterrorizado, se la vendió casi regalada a un coleccionista privado. El nuevo propietario, después de soportar una serie de vicisitudes muy extrañas decidió trasladarla al alitillo de su residencia. El tipo, interesado en las ciencias ocultas, invitó a la propia Madame Blavatsky a su mansión. Ella ignoraba la presencia de la momia pero de pronto dijo sentir una influencia malévola y de instintos asesinos escondida en la casa. Al afinar luego un poco sobre el lugar de donde procedía dicha sensación señaló el desván como el lugar indicado. Tras eso no dudó en hablarle de su adquisició y mostrarsela. Blavatsky le dijo sin titubear que debía deshacerse de ella inmediatamente antes de que los dos sufrieran algún pavoroso accidente. Así pues, parece que un Américano interesado en el antiguo Egipto aceptó de buen grado el regalo y ordenó embarcarla en el mejor barco que encotró, el Titanic. Qué miedo ¿eh?

- Bah. Típica reacción de alguien supersticioso como tú.

- ¿yo? ¿supersticioso?

- Nunca pasas bajo las escaleras. Me he fijado en eso.

- ¡¿te has olvidado de cuando ayudandote a atrapar a un criminal se me cayó encima un andamio?!

- simples excusas de tu mente para justificar tu miedo sin lógica ni sentido.

- hmpf

Entre todo eso de la momia terminamos de comer y vamos al salón de lecturas. Mientras Erika vuelve a sus libros técnicos yo me fijo en un tipo que lee el periódico. Se le ve bastante interesado en la sección política.

- ¿Entiende usted de esto?

- Bueno, si no lo hiciera tendría un problema. Al fin y al cabo trabajo en ello. Soy Manuel Uruchurtu Ramírez.

Por lo que me cuenta resulta que es un político importante en su tierra, Que regresa al país para ver a su familia.

- El año pasado fue un duro golpe para mí. Cayó y fue desterrado Porfirio Díaz, al que estoy muy vinculado. Es que soy porfirista ¿sabe? Sin embargo a principio de este año fui elegido diputado. Creo que las cosas están por mejorar. Hay muchas cosas que arreglar en mi tierra.

- Bueno, en Europa no crea que todo va de perlas. Ultimamente las cosas se están caldeando. Ya no se ni cuantos conflictos llevamos desde que empezó la década.

- ¿Se refiere a los alemanes? Según tengo entendido quieren organizar un imperio.

- Para imperios estamos ahora. Creo que ya tenemos bastante con los problemas derivados de la crisis y las descolonizaciones como para que metan más leña al fuego.

- No quiero ser pesimista pero todo eso tiene mala pinta.

- Bueno, no es momento de pensar en esas cosas. Tanto usted como yo estamos de vacaciones.
Me despido del tipo para ir en busca de Erika. Cuando la encuentro me dio cuenta de que está hablando con alguien muy emocionada. Se trata ni mas ni menos que de Margaret Brown, feminista que lucha por el sufragio femenino, además de por los derechos de los necesitados y otras minorías. No me extraña que Erika se alegre tanto, es fan suya, como también lo es de Ethel Smyth. No en vano es miembro de "Women's Social and Political Union". Las dos hablan animadamente de la lucha por lograr el fin de las desigualdades y luego entonan "la marcha de las mujeres", que sirve de himno de la organización. 

- Shout, shout, up with your song!...

Aunque en principio no pienso intervenir al final me acerco y le doy la mano. Le agradezco su labor y admiro valor. De muestro en fin, que no se trata de una lucha llevada solo por mujeres. Hay hombres anclados en la prehistoria pero desde luego yo no soy uno de ellos.

- No os preocupeis por esto. Algún día tendrán que escucharnos y aceptar nuestra participación en la vida política. Se ha logrado en otro países y acabará sucediendo en Inglaterra también.

Nos despedimos de ella, cenamos, dado que ya es tarde y luego de eso nos dirgimos a nuestras habitaciones. Ha sido un día la mar de interesante y presiento que mañana también lo será.

jueves, 12 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 12 de abril


Me levanto antes que Erika y me pongo a leer mi novela. Cuando los hombres primitivos están derrotando a los simios mi acompañante se despierta. Así pues vamos a desayunar. Cuando estamos allí vemos a una familia con un bebé.

- Vamos, Bárbara, despierta. Le dice la madre con cariño.

Erika mira hacia el bebé sonriente. Cuando se da cuenta de que yo la miro a ella, carraspea y luego dice:

- No es que me parezca mono, ni nada.

- Ya claro.

Luego de eso salimos como siempre a dar un paseo mirando el mar. En esta ocasión no se ve nada más que agua. Aún así el paisaje es muy bonito y nos parece adivinar bajo las olas la presencia de bancos de atunes. Por supuesto el barco es tan grande que aún nos falta mucho por ver así que al cabo de un rato entramos de nuevo para continuar lo de ayer. Pasamos de nuevo por la pista de squash y allí me tropiezo con un tipo mas o menos de mi edad. Lo ayudo a levantarse y al fijarme en que lleva una raqueta le pregunto si va a utilizar el espacio.

- Sí, estoy esperando a un pasajero que conocí el día que embarqué. Lo cierto es que me encanta el tenis. Está mal que yo lo diga pero todos en mi universidad dicen que soy bueno. Quiero inscribirme en el Abierto de los Estados Unidos, así que debo entrenar. Por cierto, me llamo Richard Norris Williams II, pero mis amigos me dicen Dick.

- ¿Dick, entonces?

- Espero. Responde con una amplia sonrisa

- A mi abuelo también le chifla el tenis ¿sabe? Es un gran fan de Charles P. Dixon

- ¿Y quién no? A fin de cuentas es uno de los mejores del mundo, eso si no es el mejor.

- Pues ánimo, Dick. No te he visto jugar pero seguro que un día derrotas a Charles por victoria aplastante.

- Jojojo, yo no diría tanto pero por soñar...

Me alejo al ver que se acerca el que debe ser su compañero mientras comento con Erika lo simpático que parece. Eso hasta que me doy cuenta de que no está y que estoy hablando solo. No debe haberse dado cuenta de mi tropiezo y habrá seguido andando. ¿Dónde se habrá metido?

- Pero ¿por qué no, preciosa?

- Porque no me da la gana. Déjeme en paz.

Reconozco la voz de Erika y me meto por un pasillo. Me encuentro con un tipo que parece estar intentando ligar con la chica. Digo intentar porque obviamente no está consiguiendo otra cosa más que incitarla a pegarle una bofetada.

- No te hagas la dura. El tipo le agarra una mano

No pienso permitir esto.

- ¿Qué se cree que está haciendo? Digo apareciendo de improviso

- Anda, no moleste. El tipo hace un gesto como pidiéndome que desaparezca.

- El que está molestando aquí es usted. Qué es lo que no tiene ¿oídos o vergüenza? Esta señorita ya le ha dicho que la deje en paz.

Le obligo a retirar la mano de la de Erika. Ella rapidamente me la coge a mí como acto reflejo.

- Tsk. El tipo chasquea la lengua bastante molesto. En fin, usted se lo pierde. Todas en este barco babean por mí. Vamonos, Giglio.

No me había dado cuenta pero el tipo iba acompañado por su mayordomo, el cual me mira con cara de asco mientras murmura algo como:

- Que tipo tan ordinario.

- Querido, ¿Dónde estás? Se escucha una voz de mujer al final del pasillo.

- Ya voy cariño. Contesta el tipo desagradable caminando hacia allí.

Erika respira tranquila al ver como se aleja. Estamos así unos segundos y luego me suelta la mano, como esperando que no me haya dado cuenta.

- Que tipo tan repulsivo, y además con su mujer presente.

- No, si ni siquiera es su mujer. Dice alguien cercano a nosotros.

Nos giramos para ver quien es, y al preguntar se identifica como José Francisco Landaeta Quintana.
Por él nos enteramos de que el tipo que ha abordado a Erika es Benjamin Guggenhaim, un empresario que ha venido al Titanic con su amante. Nos quedamos a cuadros. Pretendía engañar a su amante. ¡Dobles cuernos!

- Sí, bueno. Es más conocido por su líbido que por sus éxitos empresariales.

Al final tomamos un desvío. No sea que nos lo volvamos a cruzar.

- Si no hubieras aparecido le hubiera dado una paliza a ese pesado. N-no creas que te lo agradezco o algo. Me dice mirando para otro lado.

- Claro que sí. Le contesto sonriendo

Acabamos en el almacen del correo, que está hasta los topes de cartas y paquetes. La gente parece allí muy atareada así que decidimos no molestar. Alguno nos pregunta si estamos buscando algo o si tenemos una carta que enviar. Como no es así seguimos de largo. Tras un rato empezamos a tener calor. Cuanto más avanzamos por el pasillo más calor hace. Nos parece muy extraño hasta que vemos la entrada de la carbonera. Con razón. Lo preocupante es que allí hiciera frío. Cuando nos alejamos y salimos por un pasillo nos damos cuenta de la hora que es. Nos damos prisa en ir a almorzar. ¡Entre lo del tal Guggenhaim y esto nos habíamos olvidado! Llegamo justo a tiempo. Hay muy poca gente ya en el comedor pero aún pillamos comida. Tenemos mucha hambre y devoramos los alimentos. Tampoco hace falta mucha etiqueta teniendo en cuenta las pocas personas que hay presentes, que además no se fijan en nosotros. Una vez hemos terminado damos un pequeño paseo. Escuchamos unas tonadas y seguimos la melodía para ver hasta donde llega. Terminamos por encontrar una banda de música amenizando la tarde a algunos pasajeros. Nos quedamos escuchando un buen rato. A erika parece que le gusta. En uno de sus descansos me acerco al que al parecer es el director.

- Disculpe, ¿Podrían tocar "Alexander's Ragtime Band"?

- Sí, claro. No hay problema.

El tipo toma un vaso de agua, habla un momento con el resto de los componentes y vuelven a tocar.

- Oh ma honey . . . ain't you goin' to the leaderman, the ragged meter man...

Algunos de los presentes se sorprenden un poco. Apuesto a que muchos de primera clase no han escuchado jazz en su vida. Tras un par de canciones más la banda da por finalizada su jornada y se paran a descansar mientras la mayoría de los pasajeros se van de la sala. Erika y yo nos quedamos un rato. Me dirijo al director, le agradezco el detalle de aceptar mi sugerencia y me presento.

- Encantado. Yo soy Wallace Henry Hartley. Somos "Wallace Hartley band". Mis compañeros son Roger Bricoux, Fred Clarke, P.C. Taylor, G. Krins, Theodore Brailey, Jock Hume y J.W. Woodward.

Nos ponemos a hablar de música.

- Siempre me ha gustado este mundo y apuesto a que a mis compañeros también. Tenemos un gran repertorio de diferentes estilos. Hasta tengo elegida la melodía que quiero que se toque en mi funeral, "Más cerca, Dios mío, de tí".

- Su trabajo no debe ser fácil.

- Ninguno en estos tiempos lo es. Lo importante es que me gusta. De todos modos este trabajo como banda del barco nos puede dar bastante notoriedad.

Al final acabamos hablando de los modernos aparatos que permiten escuchar música en casa sin necesidad de un músico.

- Por ejemplo hace poco salió el maestrophone, una variante a aire caliente del gramófono. Se están haciendo muchos avances en ese campo.

- Sí, bueno. Está claro que son útiles para quien no sabe tocar o no puede permitirse ir muchas veces a un concierto. Incluso nosotros lo utilizamos para practicar. Sin embargo, no me negarás que la calidad del sonido no es comparable a un concierto en vivo. Además no puedes ponerte a charlar con el compositor después de la tonada. Me costesta

Se queda pensando y termina lo que estaba diciendo.

- Bueno, sí podrías hacerlo pero seguramente acabarías en un sanatorio. Suelta una carcajada.

Me doy cuenta de que ya es tarde y me despido. Erika, que al principio nos estaba escuchando y ahora terminaba de conversar con el chelista concuerda conmigo en que ya es hora de acostarse y nos alejamos rumbo a nuestras habitaciones. ¡Que de gente interesante se puede conocer en estos viajes!

miércoles, 11 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 11 de abril


Me desperezo en mi cama y me levanto temprano. Saco una pluma estilográfica y mis escritos. Los contemplo durante un rato, releyendo las últimas líneas y me decido a continuar escribiendo. Se trata de un nuevo relato, aunque podría convertirlo en novela, titulado "la bella detective". Se me han ocurrido un par de ideas fantásticas para la historia basadas en algunas de mis aventuras con cierta persona. Por supuesto que Erika no sabe nada de todo esto. Espero poder darle una sorpresa tras la publicación. Estoy sumido en mis pensamientos y de pronto notó un dedo en la espalda y alguien me grita en el oído.

- ¡¡Bang!!

Doy un salto en la silla y escondo a toda prisa mis útiles de escritor.

- Ahora estamos en paz.

Obviamente se trata de Erika, vengandose del pequeño susto que le di ayer. Nos vestimos para ir a desayunar y acordamos ir luego a popa para ver Queenstown desde allí antes de que el Titanic zarpe por última vez. Una vez hemos desayunado nos dirigimos hasta dicho lugar.

- No está mal pero Inglaterra es mucho más bonita. Dice

- ¿No será porque vivimos allí?

- Claro que no, es que es verdad. Parece un poco molesta porque le lleve la contraria.

No nos estamos mucho tiempo más, ya que como acordamos ayer, queremos explorar el transatlántico. Volvemos a entrar y mientras caminamos por los pasillos me percato de la variedad cultural que hay en el barco. No solo veo ingleses, franceses e irlandeses, también hay afroamericanos e hindúes, así como chinos y asiáticos. Cuando estamos en la cubierta D Erika aprovecha para ir al baño. Quedo con ella en encontrarnos en la sal de recepción, al bajar la escalinata. Cuando llego me siento en uno de los sillones de mimbre y me doy cuenta de que hay alguien. Para matar el tiempo empiezo a hablar con él y me entero de que su nombre es Mr. Sebastiano del Carlo, italiano, y que se dirige a California con su mujer, la señorita Argene del Carlo. La conversación va derivando a otros temas y llegamos a uno que me apasiona y parece que a él también. El cine. Así pues le explicó que mi gusto por las películas comenzó cuando mis padres me llevaron a ver por primera vez "Alicia en el país de las maravillas", en 1903. También hablamos de los avances en la industria, por ejemplo le comento sobre el uso del color en "With Our King and Queen Through India", documental que pese a ser largo y carecer de interés argumental aporta algo nuevo.

- ¿En serio? Nunca he visto una película a color. No soy capaz de imaginarlo. Sin embargo de Edison he visto muchas. Me gusta especialmente "Frankenstein. Reconoce Sebastiano. Me pareció cargada de mucha fuerza.

- Esa no la he visto. A mí me gustan más las de Georges Mèlies. Hace poco se estrenó la última que ha rodado "À la conquete du Pôle". Mi parte favorita es en la que aparece el gigante, claro. Aunque mi film predilecto de Mèlies es "Viaje a la Luna". ¿Sabes esos cortos animados que acompañan a las películas? En esta última de Mèlies pasaron uno titulado "How a mosquito operates", en el que un mosquito...

- Ejem, ¿me devuelve a mi marido?

- Francis, ¿Podemos seguir explorando o te vas a quedar hablando hasta que anochezca?

Sebastiano y yo nos hemos enfrascado tanto en la conversación que no nos hemos enterado de cuando han llegado las chicas, que al parecer han esperado varios minutos. Nos despedimos de la pareja prometiendo volvernos a ver. Tal vez en la galería de pasajeros de segunda clase. Pasamos a la sala adjunta, el comedor de primera clase, cuya decoración es realmente asombrosa, con paneles blancos, muebles de caoba... Allí distingo a John Jacob Ashtor IV, que según tengo entendido es el hombre más rico del barco. Justo cuando salimos de allí una niña de unos ocho años se choca contra mí.

- Uf, lo siento. Me dice la pequeña, tan ensimismada en su juego que no me vio a tiempo para apartarse.

La ayudo a leventarse.

- Soy Lottie ¿y tú?

- Soy Francis y esta de aquí es Erika.

- ¿Cómo que ésta de aquí? Se molesta mi acompañante.

- ¿Estáis casados?

- ¿Eh? ¡no!

- ¿novios?

La madre que trajo a la niña.

- Que no, que no, que no.

Antes de que la niña siga sacándole los colores a Erika aparece una mujer.

- ¡Marjorie! ¡no vuelvas a salir corriendo! Vaya sitios raros escoges para jugar.

Al reparar en nosotros empieza a disculparse.

- Disculpad si mi hija os ha molestado.

- No, no se preocupe. Si es un encanto ¿Verdad?

Erika tiene la cabeza gacha, todavía sonrojada, y no dice nada.

- Bueno, di adios Marjorie. Al final vas a hacer que tu padre se preocupe.

Tras esto continuamos andando. Pasamos por la enfermería, que parece muy completa, aunque esperamos no tener que necesitarla. Luego nos entra hambre, así que nos metemos por uno de los pasillos y llegamos hasta nuestro comedor. Una vez hemos almorzado retomamos nuestra actividad y seguimos paseando por las diferentes estancias. Entre ellas vemos una pista de squash. Finalmente encontramos una gran biblioteca. Allí nos quedamos durante un largo rato mirando los títulos. Sin embargo no soy amigo de empezar un libro cuando no he acabado el que estoy leyendo, así que dejaré "la guerra de los mundos" para más tarde. Erika parece más interesada en libros técnicos que en las novelas pero por mí bien mientras se divierta. Al cabo de un rato me acuerdo de haberle escuchado a alguien que hay una piscina en el barco. Eso es algo excepcional así que decidimos ir a nadar un rato. Vamos entonces a la cubierta F. Por desgracia encontramos allí a un miembro del personal que sigue demasiado al pie de la letra las instrucciones.

- Solo pueden entrar pasajeros de primer clase.

- Oh, venga, ¿Qué más da? Le digo.

- Si querían piscina haber pagado por primera.

- Déjalo. Me dice Erika mientras tira de mí.

Pasamos por otros sitios hasta llegar a los baños turcos, que también son novedad. Sin embargo se repite la escena. Solo está permitido su uso para los de primera clase.

- Bah, pues me construiré mi propia piscina. Dice Erika sin siquiera inmutirse.

Me imagino al pobre de Wilfred cavando un agujero en el jardín con una pala.

- Bueno, si te parece mal entonces puedes coger otra pala y ayudarlo.

¿Sabes qué? Siempre he pensado que Wilfred es un tipo com mucha capacidad física. Mientras hablamos nos dirigimos de nuevo al comedor. Entre tanto paseo ya casi es la hora de cenar. Comemos mientras hablamos animadamente. Realmente nos lo estamos pasando bien. Creo que fue buena idea comprar unos pasajes. Erika parece estar relajada y en cuanto a mí hacía tiempo que necesitaba tomarme un respiro. Terminamos de comer y luego regresamos a nuestra habitación. Nos ponemos los pijamas, nos damos las buenas noches y nos acostamos. Sí, sin duda fue buena idea.

martes, 10 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 10 de abril



Llego muy temprano a la mansión de Erika en mi flamante automovil Ford T. La verdad es que es una gozada esto de no tener que azuzar a un caballo. Bueno, en realidad son como varios caballos a la vez. Me río un poco con este pensamiento, que cuando lo pienso es justo lo que me dijeron hace un par de meses en el consecionario. Y así pensando en caballos con ruedas aparco pensando en lo que nos espera.

- Buenos días, señor Francis. Me saluda formalmente el mayordomo

- Buenos días, Wilfred.

- Debo recordarle, caballero, que mi nombre es Walter.

- Oh, sí. Perdón. No se que me pasa que siempre me confundo

Entro en la casa a paso ligero. Espero que Wilfr... Walter no se haya sentido muy molesto. Llego hasta la habitación de Erika y la encuentro haciendo las maletas. Hay muchas. Me pregunto como diablos vamos a cargarlas. Espero que el barco no se hunda por el peso. Me escucha entrar y se da la vuelta hacia mí.

- ¿Qué horas son estas? No es decente hacer esperar a una señorita ¿sabes? Bueno, da igual. Ayudame a meter el resto de cosas.

Intento hacerle ver que quizás se está excediendo un poco.

- Pero si solo llevo lo más impresciendible. Venga deja de bromear y ayúdame.

Estaba hablando en serio pero decido no insistir. No me parece una buena manera de comenzar nuestras vacaciones. Estoy un largo rato metiendo vestidos en maletas. También estoy un rato diciéndole lo bien que le quedan, cuando se prueba alguno nuevo que ha comprado para la ocasión.

- Ah, oye. Ahora que lo pienso, ¿No habría sido mejor que durmiera contigo ayer? Nos habríamos despertado antes y a estas alturas ya habríamos acabado.

Erika se pone roja como un tomate. Yo también lo hago al darme cuenta de la manera en que lo he formulado.

- ¡Quería decir en habitaciones separadas!

Nos quedamos en silencio un rato y luego nos apresuramos a terminar de empacar. Tras esto nos ponemos a desayunar. Desayuno consistente casi en su totalidad por bollos de diferentes clases. Típico en Erika.

- ¿Tienes algún problema con ello? Me pregunta

- En realidad no. Es algo bastante mono.

De nuevo Erika se sonroja.

- ¿Quiéres dejar de decir cosas vergonzosas?

Una vez acabamos nos preparamos para partir. Según los horarios el Titanic embarcará entre las 9:30 y las 11:30. Tenemos que estar en Southampton antes de las doce en punto. Como en mi pobre automovil no caben tantas cosas nos vemos obligados a utilizar su carro de caballos, que conduce el mayordomo. Nos ponemos a hablar distraídamente sobre las cosas que haremos una vez lleguemos a América. Aparte de ver la estatua de la libertad o el monumento a Washington coincidimos en querer ver la fábrica de las galletas que traje el otro día. Puede ser interesante. Empiezo a oler a mar. Debemos de estar ya cerca de la costa. Finalmente el carro se detiene y el mayordomo nos indica que ya hemos llegado. En efecto, estamos en Southampton. Erika tiene hambre y el tipo que nos acompaña sugiere que comamos en algún restaurante cercano pero se nos haría tarde. Además la comida de segunda clase está incluída en el pasaje. El mayordomo nos ayuda con el equipaje, lo cual agradezco porque no creo que pudiera hacerlo yo solo. Erika coge el maletín más pequeño y nos observa con expresión divertida. Subimos por la rampa y dejamos en el suelo lo cargado mientras nos ayuda personal del barco amablemente. Los dos respiramos pesadamente unos segundos y luego nos despedimos.

- Bueno, hasta pronto Wilfred.

El pobre hombre me mira con cara de circunstancia.

- Ahm... esto... perdón.

Y con las mismas pasamos al interior. Escuchamos un par de gritos alterados. Cuando preguntamos a qué se debe nos dicen que al dejar nuestro barco el muelle la estela ha hecho que el New York rompa sus amarras y que casi nos chocamos.

- Pues empezamos bien.

Tras el pequeño susto preguntamos a un miembro de la tripulación y en media hora ya tenemos claro donde está nuestra habitación. Rápidamente dejamos las maletas en ella y nos vamos a comer mientras el barco zarpa rumbo a Cherburgo, en Francia, donde al parecer haremos una escala para recoger a más pasajeros. Después del almuerzo nuestra intención es explorar el Titanic pero a Erika le entra sueño así que lo posponemos. Normalmente estamos siempre corriendo de acá para allá así que una siesta no creo que le venga mal. Le digo que en cuanto se despierte me avise y luego saco una novela que he traído para hacer tiempo en estos casos. Se trata de "El mundo perdido", la nueva novela de Sir Arthur Conan Doyle. Siempre me han gustado más sus novelas de Sherlock Holmes, de hecho a veces bromeo con Erika sobre su parecido con el famoso detective, pero parece una buena novela de aventuras. Justo cuando Gómez ha atrapado a los protagonistas en la parte superior de la meseta destruyendo el puente escuchó los bostezos de Erika. Como no está acostumbrada a escharse la siesta ha dormido mucho más de lo que quería. Me acercó para verle la carita somnolienta y en cuanto se percata de que la estoy mirando da un salto sobre la cama pegando un chillido. Creo que no me esperaba. Al principio parece un poco molesta pero luego se le pasa. A fin de cuentas mi intención era buena. Cuando miro la hora no me lo puedo creer. Me he metido tanto en la historia que estab leyendo antes que he perdido la noción del tiempo. Hace ya rato que el barco se ha parado en Cherburgo. De hecho en media hora volverá a zarpar rumbo a Quennstown, Irlanda.

- ¿Qué te parece si salimos a la cubierta? Seguro que Francia se ve estupenda desde allí.

- Iba a proponerte lo mismo. Me responde

Así avanzamos por varios pasillos, a veces perdiendonos por ellos y saliendo por algún sitio que no queríamos. Es mucho más grande de lo que pensaba. Por el camino nos topamos con dos mujeres barcelonesas, según se presentan ellas Miss Florentina Durán y More y Miss Asunción Durán y More. Aunque acaban de embarcar desde Cherbourg parecen tener mejor orientación que nosotros y nos indican amablemente como llegar hasta la cubierta. Cuando nos alejamos un poco hablan entre ellas.

- Que parejita más romantica ¿No crees?

Rapidamente Erika y yo nos giramos y hablamos apelotonadamente pisandonos verbalmente el uno al otro diciendo cosas que podrían resumirse en:

- ¡No somos pareja! ¡Solo buenos amigos!

Las dos mujeres nos piden disculpas y se alejan con una sonrisita.

- Pues yo creo que hacen buena pareja. Escucho decir a Miss Florentina mientras nos alejamos.

Nos han indicado bien el camino porque ya no nos perdemos y salimos a cubierta. Desde allí puede verse la costa francesa y huele a mar. Erika corre y se asoma. Yo salgo tras ella y la agarro no sea que se caiga. Lo que sí está a punto de caerse es su sombrero, que agarró con la otra mano mientras me sujeto a la barandilla. Durante unos instantes hago malabarismos y luego nos caemos al suelo de la cubierta. Nos quedamos mirándonos un rato.

- Estar contigo siempre es una aventura ¿eh? Digo empezando a reírme

-No tiene gracia. Dice inflando sus mofletes. Casi pierdo mi sombrero.

Estamos allí un buen rato viendo como la costa se aleja, escuchando a las gaviotas y a la gente que hay cerca de nosotros. Empieza a hacer frío y Erika, que ya está temblando dice que entremos. Parece mentira pero ya se está haciendo de noche. Así pues volvemos al restaurante y cenamos mientras charlamos animadamente recordando algunos de los casos a los que nos hemos enfrentado.
Luego regresamos a nuestra habitación. Erika entra primero para ponerse el pijama y me dice bruscamente que no la espíe. ¿Por quién me habrá tomado? Finalmente la puerta se vuelve a abrir y puedo pasar. Me desvisto mientras Erika mira para otro lado y nos acostamos en nuestras respectivas camas. Ha sido un día un poco ajetreado pero tengo el presentimiento de que nos lo vamos a pasar estupendamente.