martes, 2 de septiembre de 2008

ya hemos regresado

en realidad llegué hace dos días, pero veréis, las cucarachas se dieron cuenta de que las engañaba cuando un golpe de aire tiró al suelo la silueta, por lo que en venganza me hackearon el ordenador. por lo demás el viaje ha sido maraviloso. al atrrizar no nos dimos cuenta de que estabamos en la carcel y un guardia comenzó a seguirnos, así que echamos a correr, entramos en el bote y nos llevamos varios milloncejos, lo que pasa es que no paramos a tiempo cuando vimos que se asomaba el conocido millonario del país de Monopoly y ahora el pobrecillo, mejor dicho el riquicillo, se encuentra en el hospital repartido en varias habitaciones. como el pesado del agente no desistía salimos de allí todo lo deprisa que pudimos y sin saber cómo acamos metidos en el mundo del ajedrez. (el abejonejo tiene muy poco sentido de la orientación, según él ibamos derechitos a villabackgamon) allí nos perdió de vista el policía, pero no se nos habían acabado los problemas ni mucho menos, porque resulta que habíamos desconcertado al rey y a la reina blancos y al rey y a la reina negros. el rey blanco argumentaba que eramos peones y el otro que eramos alfiles, entonces un verdadero alfil sugirió atraparnos porque lo habíamos desbarajustado todo, de modo que salimos otra vez por patas con una turba de reyes, reinas, alfiles, torres, peones y caballos por detrás. finalmente pusimos pies en Parchís, donde creíamos que podríamos descansar, pero estabamos equivocados, pues de unos escalones con círculos bajó un hombre regordete de color azul al que seguí otro verde. cuando el verde llegó hasta donde el azul abrió la boca de forma desproporcionada y se lo tragó sin nisiquiera masticar.

- ¡canibales! ¡son canibales! gritó el pato astronauta

volvimos a poner pies en polvorosa mientras el hombre gordo nos seguía a grandes saltos con una mirada terriblemente golosa. creímos que nos alcanzaría pero en ese momento y al ponernos sobre un círculo que había en el suelo salió un cristal que le impidió legar hasta nosotros. para asesgurarnos de que saldríamos vivitos y coleando entre todos pusimos en marcha la alfombra voladora. al ver lo que parecía un verde prado la detuvimos, nos recostamos en el verde suelo dispuestos a descansar cuando vimos a varias personas de forma redondeada rodando en todas direcciones. todas ellas llevaban un número en su camisa, pero no podían ser jugadores de ningún deporte porque aquello no era un campo. y cuando nos fijamos bien vimos un gigantesco palo que salía de no se sabe dónde dando golpes a diestro y siniestro, y también a los que no se llamaban ni diestro ni siniestro. muchos de aquellos infelices caían por oscuros agujeros que debían dar a una cueva subterránea o algo así. cuando el palo se nos acercó a toda velocidad lo esquivamos gracias a la alfombra. al final acamos perdidos en un pequeño pueblo, pueblo rayuela decía el cartel. Allí solo había niños jugando a todo tipo de juegos clásicos, como el trompo, las canicas, los cromos, la rayuela o la comba. solo se vendían esos aparejos y no había ningún tipo de local más que esos. como recuerso nos llevamos una especie de palito con el que se hacía rodar un aro enorme. estabamos un poco cansados de tanto viaje así que pusimos en marcha la alfombra y pusimos rumbo a casa, (pero el abejonejo se empeñó otra vez en dirigir la alfombra pese a lo que decía el pato astronauta). así que no acabamos en casa sino en un teatrillo que habían montado unos títeres, la alfombra había caído sobre los muñecos de trapo, estaban grogis y el publico se estaba poniendo furioso, (se notaba que se habían gastado muho dinero en las entradas) hicimos lo único que se nos ocurrió, ponernos a bailar y cantar como el pato Donald, Jose Carioca y el gallo Panchito en los tres caballeros. y al final todos nos aplaudieron, al menos hasta que apareció el muñeco al que habíamos aplastado, que era ni más ni menos que Gorgorito, nos pegó un estacazo a cada uno y luego nos envió a casa de otro papirotazo. como veís un viaje movidito.

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