jueves, 12 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 12 de abril


Me levanto antes que Erika y me pongo a leer mi novela. Cuando los hombres primitivos están derrotando a los simios mi acompañante se despierta. Así pues vamos a desayunar. Cuando estamos allí vemos a una familia con un bebé.

- Vamos, Bárbara, despierta. Le dice la madre con cariño.

Erika mira hacia el bebé sonriente. Cuando se da cuenta de que yo la miro a ella, carraspea y luego dice:

- No es que me parezca mono, ni nada.

- Ya claro.

Luego de eso salimos como siempre a dar un paseo mirando el mar. En esta ocasión no se ve nada más que agua. Aún así el paisaje es muy bonito y nos parece adivinar bajo las olas la presencia de bancos de atunes. Por supuesto el barco es tan grande que aún nos falta mucho por ver así que al cabo de un rato entramos de nuevo para continuar lo de ayer. Pasamos de nuevo por la pista de squash y allí me tropiezo con un tipo mas o menos de mi edad. Lo ayudo a levantarse y al fijarme en que lleva una raqueta le pregunto si va a utilizar el espacio.

- Sí, estoy esperando a un pasajero que conocí el día que embarqué. Lo cierto es que me encanta el tenis. Está mal que yo lo diga pero todos en mi universidad dicen que soy bueno. Quiero inscribirme en el Abierto de los Estados Unidos, así que debo entrenar. Por cierto, me llamo Richard Norris Williams II, pero mis amigos me dicen Dick.

- ¿Dick, entonces?

- Espero. Responde con una amplia sonrisa

- A mi abuelo también le chifla el tenis ¿sabe? Es un gran fan de Charles P. Dixon

- ¿Y quién no? A fin de cuentas es uno de los mejores del mundo, eso si no es el mejor.

- Pues ánimo, Dick. No te he visto jugar pero seguro que un día derrotas a Charles por victoria aplastante.

- Jojojo, yo no diría tanto pero por soñar...

Me alejo al ver que se acerca el que debe ser su compañero mientras comento con Erika lo simpático que parece. Eso hasta que me doy cuenta de que no está y que estoy hablando solo. No debe haberse dado cuenta de mi tropiezo y habrá seguido andando. ¿Dónde se habrá metido?

- Pero ¿por qué no, preciosa?

- Porque no me da la gana. Déjeme en paz.

Reconozco la voz de Erika y me meto por un pasillo. Me encuentro con un tipo que parece estar intentando ligar con la chica. Digo intentar porque obviamente no está consiguiendo otra cosa más que incitarla a pegarle una bofetada.

- No te hagas la dura. El tipo le agarra una mano

No pienso permitir esto.

- ¿Qué se cree que está haciendo? Digo apareciendo de improviso

- Anda, no moleste. El tipo hace un gesto como pidiéndome que desaparezca.

- El que está molestando aquí es usted. Qué es lo que no tiene ¿oídos o vergüenza? Esta señorita ya le ha dicho que la deje en paz.

Le obligo a retirar la mano de la de Erika. Ella rapidamente me la coge a mí como acto reflejo.

- Tsk. El tipo chasquea la lengua bastante molesto. En fin, usted se lo pierde. Todas en este barco babean por mí. Vamonos, Giglio.

No me había dado cuenta pero el tipo iba acompañado por su mayordomo, el cual me mira con cara de asco mientras murmura algo como:

- Que tipo tan ordinario.

- Querido, ¿Dónde estás? Se escucha una voz de mujer al final del pasillo.

- Ya voy cariño. Contesta el tipo desagradable caminando hacia allí.

Erika respira tranquila al ver como se aleja. Estamos así unos segundos y luego me suelta la mano, como esperando que no me haya dado cuenta.

- Que tipo tan repulsivo, y además con su mujer presente.

- No, si ni siquiera es su mujer. Dice alguien cercano a nosotros.

Nos giramos para ver quien es, y al preguntar se identifica como José Francisco Landaeta Quintana.
Por él nos enteramos de que el tipo que ha abordado a Erika es Benjamin Guggenhaim, un empresario que ha venido al Titanic con su amante. Nos quedamos a cuadros. Pretendía engañar a su amante. ¡Dobles cuernos!

- Sí, bueno. Es más conocido por su líbido que por sus éxitos empresariales.

Al final tomamos un desvío. No sea que nos lo volvamos a cruzar.

- Si no hubieras aparecido le hubiera dado una paliza a ese pesado. N-no creas que te lo agradezco o algo. Me dice mirando para otro lado.

- Claro que sí. Le contesto sonriendo

Acabamos en el almacen del correo, que está hasta los topes de cartas y paquetes. La gente parece allí muy atareada así que decidimos no molestar. Alguno nos pregunta si estamos buscando algo o si tenemos una carta que enviar. Como no es así seguimos de largo. Tras un rato empezamos a tener calor. Cuanto más avanzamos por el pasillo más calor hace. Nos parece muy extraño hasta que vemos la entrada de la carbonera. Con razón. Lo preocupante es que allí hiciera frío. Cuando nos alejamos y salimos por un pasillo nos damos cuenta de la hora que es. Nos damos prisa en ir a almorzar. ¡Entre lo del tal Guggenhaim y esto nos habíamos olvidado! Llegamo justo a tiempo. Hay muy poca gente ya en el comedor pero aún pillamos comida. Tenemos mucha hambre y devoramos los alimentos. Tampoco hace falta mucha etiqueta teniendo en cuenta las pocas personas que hay presentes, que además no se fijan en nosotros. Una vez hemos terminado damos un pequeño paseo. Escuchamos unas tonadas y seguimos la melodía para ver hasta donde llega. Terminamos por encontrar una banda de música amenizando la tarde a algunos pasajeros. Nos quedamos escuchando un buen rato. A erika parece que le gusta. En uno de sus descansos me acerco al que al parecer es el director.

- Disculpe, ¿Podrían tocar "Alexander's Ragtime Band"?

- Sí, claro. No hay problema.

El tipo toma un vaso de agua, habla un momento con el resto de los componentes y vuelven a tocar.

- Oh ma honey . . . ain't you goin' to the leaderman, the ragged meter man...

Algunos de los presentes se sorprenden un poco. Apuesto a que muchos de primera clase no han escuchado jazz en su vida. Tras un par de canciones más la banda da por finalizada su jornada y se paran a descansar mientras la mayoría de los pasajeros se van de la sala. Erika y yo nos quedamos un rato. Me dirijo al director, le agradezco el detalle de aceptar mi sugerencia y me presento.

- Encantado. Yo soy Wallace Henry Hartley. Somos "Wallace Hartley band". Mis compañeros son Roger Bricoux, Fred Clarke, P.C. Taylor, G. Krins, Theodore Brailey, Jock Hume y J.W. Woodward.

Nos ponemos a hablar de música.

- Siempre me ha gustado este mundo y apuesto a que a mis compañeros también. Tenemos un gran repertorio de diferentes estilos. Hasta tengo elegida la melodía que quiero que se toque en mi funeral, "Más cerca, Dios mío, de tí".

- Su trabajo no debe ser fácil.

- Ninguno en estos tiempos lo es. Lo importante es que me gusta. De todos modos este trabajo como banda del barco nos puede dar bastante notoriedad.

Al final acabamos hablando de los modernos aparatos que permiten escuchar música en casa sin necesidad de un músico.

- Por ejemplo hace poco salió el maestrophone, una variante a aire caliente del gramófono. Se están haciendo muchos avances en ese campo.

- Sí, bueno. Está claro que son útiles para quien no sabe tocar o no puede permitirse ir muchas veces a un concierto. Incluso nosotros lo utilizamos para practicar. Sin embargo, no me negarás que la calidad del sonido no es comparable a un concierto en vivo. Además no puedes ponerte a charlar con el compositor después de la tonada. Me costesta

Se queda pensando y termina lo que estaba diciendo.

- Bueno, sí podrías hacerlo pero seguramente acabarías en un sanatorio. Suelta una carcajada.

Me doy cuenta de que ya es tarde y me despido. Erika, que al principio nos estaba escuchando y ahora terminaba de conversar con el chelista concuerda conmigo en que ya es hora de acostarse y nos alejamos rumbo a nuestras habitaciones. ¡Que de gente interesante se puede conocer en estos viajes!

No hay comentarios: