viernes, 13 de abril de 2012

estancia en el Titanic: 13 de abril



Como siempre me despierto antes que mi amiga y continuo escribiendo mi relato. Lo escondo convenientemente cuando se despierta. Erika comenta lo bien que ha dormido mientras desayunamos. Luego salimos a dar un paseo por cubierta. Hace más frio que ayer pero supongo que es cosa de la estación y el lugar en que nos encontramos.

- El mar está inusualmente tranquilo. Comenta un poco extrañada

- ¿Eso es malo?

- No, al contrario. Pero es curioso.

Vemos un par de formaciones de hielo flotando en el mar.

- Los camareros podrían aprovechar y subirlos al barco para las bebidas.

- jijiji, podemos preguntar luego. Responde divertida

Nos percatamos en es momento de que hay una chica de nuestra edad asomada a la barandilla. Nos acercamos y nos presentamos.

- Encantada. Mi nombre es Maude Sincock.

Le explicamos que nos hemos embarcado por motivos vacacionales y ella nos dice que el motivo de su viaje es la búsqueda de trabajo.
- La situación está bastante mal en Europa. Me han dicho que América es la tierra de las oportunidades. Tengo varios amigos allí y les va bien así que...

- Sí, bueno. Que nos vas a contar. Le responde Erika. Yo soy detective y ultimamente vienen cada vez menos clientes. Aunque en realidad no puedo decir que me vaya mal. Conozco a gente que lo tiene peor.

Hablamos un rato de la crisis que arrastramos desde 1904 y, como el tiempo pasa volando, nos despedimos para almorzar. Mientras comemos comento con Erika algo que he escuchado.

- ¿Sabes? En el barco va una momia maldita.

- ¿uh?

- Es la momia de Amen-Ra, que murió hace unos 5.000 años. El sarcófago de madera tallado fue enviado por el faraón a una bóveda en Luxor, a orillas del Nilo. A finales de 1890 cuatro tipos ingleses que hacían turismo paseaban por la ciudad y se encontraron con un grupo de mercenarios clandestinos que habían exhumado algunos tesoros. Entre ellos estaba el sarcófago. Un intermediario les ofreció la momia por un buen precio y todos se mostraron interesados. Tras una discusión y para no estropear su amistad acordaron echarlo a suertes. El ganador era uno de los más jovenes. Pagó, hizo los arreglos oportunos y le llevaron de inmediato al hotel su compra. Por la noche varios testigos, trabajadores del hotel y gente que se hospedaba en otras habitaciones lo vieron correr fuera de su habitación mientras gritaba. Corrió fuera del hotel perdiéndose en el desierto y nadie mas volvió a saber de él. El día siguiente otro de los amigos recibió un disparo de rifle accidental por parte de su guía. La herida fue tan grave que tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. El tercero, de regreso a Inglaterra, se encontró con una terrible situación. El banco donde había depositado toda la fortuna familiar había quebrado. En cuanto al cuarto cayó enfermo de una extraña y dolorosa enfermedad. Las medicinas y curas acabaron con sus ahorros y cuando se curó no encontró trabajo, terminando por vender fósforos por las calles. En lo que respecta a la momia, llegó hasta Gran Bretaña, donde fue comprada por un comerciante excéntrico. Su nuevo dueño no tardó en donarla al museo británico después de que tres de sus parientes cercanos sufrieran accidentes de tráfico y su casa se incendiera en extrañas circunstancias para las que los bomberos no encontraron explicación. El curador del museo, muy escéptico, aceptó encantado la reliquia. Cuando el camión que la transportaba aparcó dio inexplicablemente marcha atrás sin intervención humana hiriendo de gravedad a un peatón. Dos ordenanzas que llevaban el sarcófago por las escaleras también sufrieron accidentes. Uno se tropezó y se rompió la pierna derecha y el otro, con tan solo treinta años y en perfecto estado de salud, murió dos días después de un infarto. Una vez colocada en la sala de egiptología se produjeron una y otra vez diferentes accidentes para todo aquel que pasaba por allí. Tanto para visitantes como para trabajadores. Los serenos decían estar aterrados las noches de guardia por los continuos martilleos y sollozos que se escuchaban del interior del ataúd. Con el tiempo el personal se negó a efectuar la limpieza del sarcófago o acercarse a él. En cierta ocasión uno de los peones restregó de forma irreverente el plumero por el rostro de la momia jactándose de su valentía y burlandose de todo lo que les había pasado a los demás. No pasó una semana antes de que su hijo muriera de sarampión. Una semana después de esto las autoridades del museo recibieron a una delegación de limpiadores y guardianes del museo que exigían que la momia fuera trasladada al sótano más profundo, lejos de todo el mundo. La petición fue rapidamente aceptada y se llevó hasta allí bajo la supervisión del jefe de maestranza. Tres días después uno de los desgraciados peones que había intervenido en la operación cayó seriamente enfermo y lo encontraron muerto en su despacho. No se si todo esto lo sabías pero para este momento la momia ya había llamado la atención de los periódicos. Un reportero se aventuró a tomar una fotografía y cuando la reveló descubrió con horror que el rostro de la princesa, tallado en la tapa del sarcófago, se había transformado en su imagen en una mueca monstruosa. El pobre fotógrafo, presa de una crisis nerviosa, lo comentó con sus compañeros, les enseñó la foto y luego huyó despavorido a su casa, en donde se suicidó pegándose un tiro en el corazón. Esto fue la gota que colmó el vaso para el director del museo, que visiblemente aterrorizado, se la vendió casi regalada a un coleccionista privado. El nuevo propietario, después de soportar una serie de vicisitudes muy extrañas decidió trasladarla al alitillo de su residencia. El tipo, interesado en las ciencias ocultas, invitó a la propia Madame Blavatsky a su mansión. Ella ignoraba la presencia de la momia pero de pronto dijo sentir una influencia malévola y de instintos asesinos escondida en la casa. Al afinar luego un poco sobre el lugar de donde procedía dicha sensación señaló el desván como el lugar indicado. Tras eso no dudó en hablarle de su adquisició y mostrarsela. Blavatsky le dijo sin titubear que debía deshacerse de ella inmediatamente antes de que los dos sufrieran algún pavoroso accidente. Así pues, parece que un Américano interesado en el antiguo Egipto aceptó de buen grado el regalo y ordenó embarcarla en el mejor barco que encotró, el Titanic. Qué miedo ¿eh?

- Bah. Típica reacción de alguien supersticioso como tú.

- ¿yo? ¿supersticioso?

- Nunca pasas bajo las escaleras. Me he fijado en eso.

- ¡¿te has olvidado de cuando ayudandote a atrapar a un criminal se me cayó encima un andamio?!

- simples excusas de tu mente para justificar tu miedo sin lógica ni sentido.

- hmpf

Entre todo eso de la momia terminamos de comer y vamos al salón de lecturas. Mientras Erika vuelve a sus libros técnicos yo me fijo en un tipo que lee el periódico. Se le ve bastante interesado en la sección política.

- ¿Entiende usted de esto?

- Bueno, si no lo hiciera tendría un problema. Al fin y al cabo trabajo en ello. Soy Manuel Uruchurtu Ramírez.

Por lo que me cuenta resulta que es un político importante en su tierra, Que regresa al país para ver a su familia.

- El año pasado fue un duro golpe para mí. Cayó y fue desterrado Porfirio Díaz, al que estoy muy vinculado. Es que soy porfirista ¿sabe? Sin embargo a principio de este año fui elegido diputado. Creo que las cosas están por mejorar. Hay muchas cosas que arreglar en mi tierra.

- Bueno, en Europa no crea que todo va de perlas. Ultimamente las cosas se están caldeando. Ya no se ni cuantos conflictos llevamos desde que empezó la década.

- ¿Se refiere a los alemanes? Según tengo entendido quieren organizar un imperio.

- Para imperios estamos ahora. Creo que ya tenemos bastante con los problemas derivados de la crisis y las descolonizaciones como para que metan más leña al fuego.

- No quiero ser pesimista pero todo eso tiene mala pinta.

- Bueno, no es momento de pensar en esas cosas. Tanto usted como yo estamos de vacaciones.
Me despido del tipo para ir en busca de Erika. Cuando la encuentro me dio cuenta de que está hablando con alguien muy emocionada. Se trata ni mas ni menos que de Margaret Brown, feminista que lucha por el sufragio femenino, además de por los derechos de los necesitados y otras minorías. No me extraña que Erika se alegre tanto, es fan suya, como también lo es de Ethel Smyth. No en vano es miembro de "Women's Social and Political Union". Las dos hablan animadamente de la lucha por lograr el fin de las desigualdades y luego entonan "la marcha de las mujeres", que sirve de himno de la organización. 

- Shout, shout, up with your song!...

Aunque en principio no pienso intervenir al final me acerco y le doy la mano. Le agradezco su labor y admiro valor. De muestro en fin, que no se trata de una lucha llevada solo por mujeres. Hay hombres anclados en la prehistoria pero desde luego yo no soy uno de ellos.

- No os preocupeis por esto. Algún día tendrán que escucharnos y aceptar nuestra participación en la vida política. Se ha logrado en otro países y acabará sucediendo en Inglaterra también.

Nos despedimos de ella, cenamos, dado que ya es tarde y luego de eso nos dirgimos a nuestras habitaciones. Ha sido un día la mar de interesante y presiento que mañana también lo será.

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