La situación toma un cariz cada vez más
espeluznante por momentos. Al principio la gente en el barco parece
tranquila pero con los minutos el nerviosismo comienza a imperar. Es
noche cerrada y nos cuesta ver lo que sucede pero si el pánico no
está cundiendo ya en breves momentos lo hará.
De pronto recuerdo la historia que estaba
escribiendo. Se que es muy egoísta por mi parte pero es lo primero
que me pasa por la mente.
- ¡Mi relato!
- ¡Ya escribirás otro!
No insisto porque tiene razón. Cuando estemos
seguros volveré a empezar. La sorpresa tendrá que posponerse.
Varios botes empiezan a ser izados. Los primeros pasajeros están a
punto de ser evacuados. Todavía la gente que hay en cubierta es poca
pero con los segundos la cantidad va aumentando. Uno de los primeros
botes desciende hasta el agua. Tal y como había dicho Erika parece
haber espacio para más gente. Hay unas 28 de 65, me confirma ella.
La gente intenta subirse desesperadamente al segundo bote. Se escucha
un disparo y luego varios más. Los tripulantes deben estar intentado
alejar a los pasajeros para que no tiren el bote en su afán por
meterse en él. El nivel del mar ha subido un poco con respecto a él.
Un cohete es disparado a gran velocidad como aviso para los barcos
que puedan estar cerca y explota en el aire en estrellas blancas. Por
un instante me parece avistar un barco en la lejanía pero desaparece
rápidamente.
- Podríamos ir a mirar. Tal vez no han visto nada y
han pasado de largo.
- No serviría de nada. Es más rápido que
nosotros. Lo único que conseguiríamos al perseguirlo es perder de
vista el Titanic. Para cuando volviéramos ya estaría hundido.
Tenemos que quedarnos aquí para cuando llegue el barco de rescate.
Además recuerda que tenemos que subir en la barca a los que se
lancen al mar cuando ya no queden. Ayudamos mucho más así que de
otra forma.
Supongo que tiene razón. Con el paso de los minutos
siguen bajando barcas con menos gente de la que podrían llevar.
Juraría que escucho música pero seguramente esta dantesca visión
me ha afectado más de lo que pienso y mi mente está intentando
escapar de alguna forma imaginando cosas.
- Seguramente Wallace y su banda está tocando en un
intento de calmar los ánimos. Si lo escuchas es porque el agua es un
buen transmisor del sonido.
Así parece ser porque con el paso de los minutos
las melodías empiezan a escucharse mas altas.
- Deben de haber salido a cubierta con el resto de
pasajeros para que se les escuche mejor. Hace mucho frío. Si hubiera
sabido que pasaría esto me habría puesto por la mañana ropa de
abrigo. Al notar que Erika está temblando le pongo encima mi
chaqueta.
- No es necesario.
Intenta resistirse pero al final acepta. No
obstante, sin dejar de cogerme la mano, se acerca.
- Solo para que no te congeles por mi culpa ¿eh?
El agua ya ha alcanzado el nombre "Titanic"
proa mientras termina de bajar la séptima barca. No habrán pasado
15 minutos pero por lo que puedo ver la cubierta comienza a
inclinarse más. El pánico parece que termina de estallar y los
empleados del barco hacen verdaderos esfuerzos para que los pasajeros
no se lancen sobre las barcas. Desde donde estamos, aún lejos,
podemos escuchar los gritos de desesperación. Es realmente horrible.
En tan solo diez minutos prácticamente todas las barcas de proa han
bajado y se encuentran en el agua. Sin embargo dudo que nos hayan
visto. Entre el caos reinante y que estamos considerablemente lejos
resultaría difícil. En cuanto a los pasajeros que continúan a
bordo la mayoría de la gente parece que huye en dirección hacia
popa, donde todavía hay botes. Baja la última barca de estribor
mientras la cubierta delantera se inunda. Muchos se mueven de un lado
a otro del barco, evitando las zonas que se están inundando. Quieren
alcanzar algún bote pero cada vez hay menos posibilidades.
- Deberíamos acercarnos. Sugiero
- Aún no. Me corta Erika. Aunque te suene dura se
nos tiraría la gente y nos hundiríamos.
Estoy a punto de contestar pero entonces escuchamos
algo. Es "más cerca, Dios mío, de tí". Es en ese momento
que se me termina de caer el alma a los pies. Tanto Erika como yo nos
quedamos en silencio mientras escuchamos la canción. ¿Que podría
decirse en un momento como este, de todas formas? El agua comienza a
llenar la cubierta A mientras la inclinación se acentúa. Me parece
distinguir las figuras de algunas personas que, considerando inútil
tratar de conseguir un bote, se preparan para saltar en cuanto el
barco se sumerja. Si el agua no estuviera tan fría tal vez fuera
buena idea. Medito unos momentos sobre esto. Es cierto que Erika y yo
hemos estado presentes en casos de asesinatos pero este es uno
multitudinario y los criminales un barco mal diseñado y un trozo de
hielo. Ya no baja ningún bote más. Deben haberse acabado. Los
últimos parecía más llenos . En el barco se hace el silencio,
producto del terror de los pasajeros que no han logrado descender en
un uno. La popa ha subido muchos metros mientras la proa se hunde sin
remedio. Aún así algunos intentan llegar hasta ella. Los que han
estado esperando el momento oportuno saltan, al no saber cuanto
tiempo más se mantendra el barco a flote. No he terminado de
horrorizarme por eso cuando se escucha un gran estruendo. Todos los
objetos del interior deben haber chocado contra la parte de proa,
pienso. Incluídas nuestras pertenencias. Erika y yo abrimos los ojos
como platos al ver por un momento un sarcófago en cubierta. Casi
parece que esté presidiendo la catástrofe. Las luces parpadean por
un momento y luego se apagan. La única luz que queda iluminando el
panorama es el de las estrellas, testigos, como nosotros del desastre
que está sucediendo.
- Rema, Erika, recojamos a todos los que podamos.
- Espera un momento. No sabemos exactamente qué
sucederá cuando el barco se sumerja. Puede haber una explosión o
formarse un remolino que nos succione si nos acercamos demasiado. Mas
nos vale estar lejos en ese momento por precaución.
En ese momento vemos cómo el casco se rompe entre
la tercera y la cuarta chimenea por el sobrepeso en popa. Ya está,
pienso, es el final. Nuestras manos se aprietan fuertemente. El
Titanic se ha dividido en dos partes y solo unas pequeñas sujeciones
las mantienen unidas. El barco adopta una posición perpendicular y
así se queda por un par de minutos. Un grito conjunto rasga el aire
mientras el Titanic se desliza hacia el fondo. El grito aumenta en
intensidad pero no dura más de un par de segundos. De pronto el
barco ha desparecido, junto con los gritos y las vidas de muchas
personas. Desde el agua se escuchan voces pidiendo auxilio.
- ¿Cuantas de las personas que hemos conocido crees
que se han salvado?
- Probablemente no muchas. Contesta Erika con la
vista fija en el fondo del bote. Tal vez no quiere que la vea llorar.
Esperamos unos instantes la explosión que Erika
cree que puede producirse, pese a no haber torbellino. Al no
producirse cogemos los remos y empezamos a movernos en dirección a
los gritos de ayuda. Llegamos hasta alguien que parece estar
perdiendo las fuerzas para nadar. Rapidamente los recogemos y lo
metemos con nosotros. Intenta darnos las gracias pero no puede. Erika
se quita la chaqueta y se la pone mientras me da una mirada
interrogativa. Yo asiento. No me importa en absoluto. Seguimos
remando y ayudamos a subir a varias personas más. La mayoría son
hombres.
- Deben haber seguido entonces las ley del mar.
Algunos estan despiertos y hablan con nosotros o nos
abrazan dándonos las gracias entre lágrimas otros no se mueven en
absoluto y los zarandeamos para que no se duerman. Un caballero de
mediana edad saca una petaca de Whiskey y da de beber a los que están
perdiendo el conocimiento. Hay uno que se sube a toda prisa a nuestra
barca al darse cuenta de nuestra presencia. No queda mucho espacio
pero queremos salvar a todos los que podamos. No somos nadie para
decidir quién vive y quién muere. Cuando llevamos un rato sin
encontrar a nadie alguien ve un cuerpo. Entre todos hacemos avanzar
nuestro vehículo hasta él. Aunque casi se nos han agotado las
fuerzas logramos subirlo. Parece muy pálido y no se mueve en
absoluto. Erika le toma el pulso muy preocupada. Luego da una patada
en el suelo, furiosa.
- ¡Hemos llegado tarde, joder!
Uno de los que hemos recogido hace un intento de
tirar el cuerpo al mar pero Erika lo detiene con rudeza.
- ¡Hay que darle supultura! ¡la familia querrá
verlo!
Todo el mundo se queda en silencio. Nosotros
también. Hace un buen rato que no se escuchan gritos de auxilio.
Solo nos queda esperar. Algo más de una hora después vemos unos
cohetes surcando el aire.
- Es un barco ¡es un barco! Grita emocionada la
única mujer, aparte de Erika, en nuestro bote.
Nos acercamos a él para que nos vea. Al hacerlo
distinguimos mejor su forma.
- Es el Carpathia. Comenta Erika
Gente del barco comienza a subir a los
supervivientes. En media hora comienzan a ayudarnos a nosotros. No
hay nada de qué quejarse, al fin y al cabo somos de los primeros.
Una vez estamos dentro del Carpathia nos sentimos totalmente a salvo.
Algunos besan el suelo, otros rezan porque no haya mas icebergs en
nuestra trayectoria y otros, libres ya del shock comienzan a llorar o
lamentarse. Los miembros de la tripulación, conmovidos hondamente
por la desgracia, nos colman de atenciones. Tratan de dar consuelo a
los que se muestran más afligidos o a los que han perdido seres
queridos. A los que han perdido las fuerzas o se han desmayado los
atienden los médicos con carácter urgente. Se producen escenas
emotivas. Familias que habían sido separadas en diferentes botes se
reencuentran con el paso de los minutos mientras otros esperan que en
el siguiente venga algún familiar. Hay una mezcla de emociones
encontradas en el Carpathia. En medio del alboroto Erika y yo
respiramos más tranquilos. La pesadilla, al menos para nostros, ha
terminado. Entre la gente reconocemos a Molly Brown. Esperamos que
más conocidos se hayan salvado pero no estamos en condiciones de
ponernos a buscar. No tenemos idea de cuantas personas han muerto, de
lo que estamos seguros es de que hemos agotado nuestras energías.
Parece que en el Carpathia viajaban algunas personalidades, que a su
manera intentan ayudar, el pintor Colin Campbell Cooper, el
periodista Lewis, P. Skidmore, el fotógrafo Francis H. Blackmarr y
Charles H. Marshall. Sería interesante hablar con alguno de ellos
pero en serio que no puedo más. Han sido demasiadas emociones en muy
poco tiempo. Erika y yo nos desplomamos en el suelo. Me parece que
han pasado solo unos segundos cuando alguien me zarandea. Un miembro
de la tripulación me despierta. Al parecer estabamos tan agotados
que nos durmimos. Al principio estaban preocupados por nosotros pero
enseguida se dieron cuenta de que solo era cansancio. Ahora son más
de las ocho y hace un rato que han terminado las labores de rescate,
así como la búsqueda cuerpos. Erika es despertada después de mí.
Pasan solo un par de minutos hasta que el capitán, Arthur Rostron,
nos llama a todos para que salgamos a la cubierta. Desde allí
podemos ver mejor el iceberg. Es realmente enorme, escucho a alguno
decir que como una casa de dos pisos. De ancho es el doble. Alguien
se percata de una terrible chimenea de hielo. Todo el mundo se da
cuenta de la raya roja de pintura, que no deja lugar a dudas sobre su
identidad como "el iceberg asesino", como lo llama alguien.
Aunque el Carpathia de dirigía a Rijeka han variado el rumbo para
llevarnos hasta Nueva York. De hecho han acordado no llevar a los
supervivientes inmigrantes a la isla de Ellis para pasar por los
trámites necesarios. Todos hemos soportado ya suficiente. Estoy un
poco preocupado por nuestras familias. Deben de estar muy asustados.
A estas alturas el accidente habrá salido en primera plana en el
"Daily Mirror".
- Bueno, lo peor ha pasado. Me responde Erika dando
un gran suspiro. En cuanto lleguemos nos comunicaremos con ellos.
Vuelve a darme la mano. Voy a decir algo pero al
final me quedo mirando al horizonte, como la mitad de los pasajeros.
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